En la primera parte de este tema sobre gatos y bebés, dábamos unos consejos para promover una relación adecuada entre el gato y el bebé, y en esta segunda parte haremos zoom en un punto neural: cómo preparar al gato para la llegada del bebé, porque no nos digamos mentiras, antes de los hijos, los animales de compañía suelen ser el centro de atención del hogar, pero una vez se tiene noticia del embarazo, los peluditos “pierden automáticamente su trono”.
Ahora empezamos a entender por qué cambia el gato, ¿verdad?
Porque en vez de incluirlo en el plan “preparemos la llegada del bebé”, lo excluimos desde entonces y los animales son seres emocionales (tema bastante demostrado por Frans de Waal y otros estudiosos).
Dejar de tener contacto con el gato porque genera peligro para el embarazo; no dejarlo entrar la habitación que se está acondicionando para el bebé; restarle atención, mimos y regalos que antes el gato recibía en abundancia porque ahora el foco es la llegada del bebé; hace que de manera inconsciente para nosotros y muy consciente para el gato, este vaya sufriendo un desplazamiento, una desatención que va impactando su estado de ánimo y comportamiento.
¿Es posible que un gato se deprima por esto?
¡Es más real y frecuente de lo que imaginas! Con la llegada del bebé se producen cambios en el hogar a todo nivel:
- De espacios porque hay que abrirle campo al nuevo integrante de la familia y eso implica redistribuir algunas zonas, reformar o remodelar otras, llevar muebles nuevos, decorar…
- De rutina porque con la llegada del bebé, los horarios, planes y actividades en el hogar, cambian.
- Las visitas aumentan, hay nuevos olores y ruidos en el ambiente como el llanto del bebé por ejemplo.
¡Y qué crees! Todo esto afecta al integrante más territorial de la casa, puesto que además de la afectación emocional de la que ya hablamos, su cerebro empieza un proceso de asociación negativa en el cual el gato percibe que: “la llegada del nuevo individuo al que ni siquiera le permiten conocer, le trae a él estrés y carencias (atención, mimos, juego…)”. Comienzan entonces los cambios de temperamento, conducta, apetito, no se deja tocar, se esconde, muestra reacciones agresivas, inquietud o exceso de quietud, lamido, vocalización, entre otros.
¡La ventaja es que podemos evitar estos cambios de conducta!
Recordemos que tanto para el gato como para el resto de mamíferos, la estabilidad emocional radica mucho en poder predecir y controlar los eventos, por eso, si en vez de excluir, involucramos al gato desde los preparativos de la llegada del bebé, el cambio como tal será adoptado positivamente.
¿Cómo involucrar al gato en dicho proceso?
- Teniendo contacto con él durante el embarazo (que no es peligroso y te lo explicamos en el post anterior).
- Permitiéndole (de forma controlada) husmear la habitación del bebé para que se familiarice con dicho espacio y los nuevos muebles.
- Cuando el bebé llegue a casa, es igualmente oportuno presentárselo, no estamos diciendo “dejar al bebé con el gato”, sino aproximárselo de modo que el gato lo pueda identificar e ir reconociendo paulatinamente.
- Premiar mucho al gato antes y durante los primeros días del bebé en casa, de modo que el gato asocie positivamente el acontecimiento. Recordemos que los premios no solo son snacks sino también atención, juego, caricias.
- En la medida de lo posible, aumentar los recursos del gato (camitas, rascadores…), máxime si fue necesario desplazar las zonas del gato para ceder algún espacio al nuevo miembro de la familia.
Y recuerda que, si tu gato presenta una conducta inadecuada o un comportamiento inusual, significa que está comunicando un problema o dificultad y es necesario prestarle atención y brindarle la ayuda adecuada, y para eso estamos los etólogos, para ayudarte a interpretar sus dificultades o necesidades y ofrecer tratamiento adecuado.
Escrito por:
Elizabeth Gallo. Etóloga U del CES.
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