
Cuando hablamos de la educación del gato, es indispensable aclarar qué entendemos por educación del gato, lo cual no significa adiestrarlo para la obediencia. La educación del gato significa establecer unas pautas de relación y brindarle unas condiciones medioambientales que le permitan al minino vivir en armonía con los demás individuos del hogar, siendo siempre conscientes de las características y limitantes propias de su especie.
Clave #1. Negociar con el gato
Miles de años antes de que el gato empezara a domesticarse, se domesticó el perro, por eso el hombre está más habituado a convivir con canes que con mininos y por eso también su tendencia a considerar que se pueden establecer relaciones iguales con unos u otros.
A nivel social, el perro se rige por unas pautas de jerarquía y sumisión que le facilitan la vida en manada, el gato no, siendo sociable, tiende más a vivir en solitario y es un animal territorial, por eso en su estructura sicológica obedecer no está nunca dentro de sus planes pero negociar sí, es decir, cuando le ofrecemos al gato la posibilidad de medir cuánto beneficio le puede traer una conducta para el mejoramiento de sus rutinas o estilo de vida, hace que poco a poco el gato vaya cediendo a nuestra voluntad, por voluntad propia, por eso la…
Clave #2. Ganar su confianza
La clave de una excelente relación con el gato es primero que todo, ganar su confianza, demostrándole siempre que atender a nuestro llamado, estar cerca de nosotros, “hacernos caso”, es muy beneficioso para él. También implica demostrarle que somos predecibles y no que a ratos lo tratamos de forma condescendiente y mimosa y a ratos lo maltratamos, por eso la...
Clave #3. Olvidar la violencia
Está demostrado que la violencia es contraproducente con cualquier especie porque trae como consecuencia la formación de individuos con personalidades ambivalentes, fundamentadas en el miedo y que en situaciones de temor intenso, pueden desarrollar altos niveles de agresividad.
Por eso opta siempre con tu gato, por el refuerzo positivo, es decir, reforzar todo aquello que te agrade de su comportamiento, premiándolo cuando se comporte adecuadamente y no reforzar lo que te desagrada, ejemplo, si te disgusta que te muerda, ¿porque cuando juegas con él, le ofreces tus manos o tus pies?
Escrito por:
Elizabeth Gallo Arango. Etóloga U del CES.
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